1.
Información
bibliográfica
· ABBAGNANO, Nicolás: Historia de la
Filosofía volumen 2: La filosofía del Renacimiento, La filosofía moderna de los
siglos XVII y XVIII (trad.
Juan Estelrich, J. Pérez Bastellar), Hora S.A., Barcelona (1994)
· ALIGHIERI, Dante (1304-1321): La
Divina Comedia (trad. Bartolomé Mitre), Centro cultural Latium, Buenos Aires (1922)
· ALIGHIERI, Dante (1313): Monarquía
(trad. Laureano Robles Carcedo, Luis Frayle Delgado), Tecnos, Madrid (1992)
· ARISTÓTELES: Acerca del alma
(trad. Tomás Calvo Martínez), Gredos, Madrid (2003)
· ARISTÓTELES: Ética a Nicómaco
(trad. José Luis Calvo Martínez), Alianza Editorial, Madrid (2014)
· ARISTÓTELES: Política (trad.
Carlos García Gual, Aurelio Pérez Jiménez), Alianza Editorial, Madrid (2015)
· BOECIO, Severino (524): La
Consolación de la Filosofía (trad. Pedro Rodríguez Santidrián), Alianza
Editorial, Madrid (1999)
· MARSILIO
DE PADUA: Sobre el poder del Imperio y del Papa (El defensor menor y La
transferencia del Imperio, (trad. Bernardo Bayona, Pedro Roche), Biblioteca
Nueva, Madrid (2004)
· PLATÓN: Parménides (trad. Mª
Isabel Santa Cruz, Álvaro Vallejo Campos, Néstor Luis Cordero), Gredos, Madrid (1988)
· Sagrada Biblia (trad. Eloíno Nacar Fuster, Alberto
Colunga, Gaetano Cicognani), La Editorial Católica, Madrid
2.
Autor
Dante
Alighieri es un poeta universalmente conocido por ser autor de la Divina
Comedia y por su labor junto a, entre otros, Giovanni Boccaccio y Francesco
Petrarca en el enriquecimiento del dialecto toscano y su uso como lengua
literaria que a posteriori contribuyó enormemente en el desarrollo del actual
italiano.
Dante
nace en Florencia alrededor del año 1265, época políticamente convulsa por la
guerra entre güelfos y gibelinos y los conflictos en los que se inmiscuía el
Papa en exhibición de su ambición abarcadora de territorios en nombre de los
Estados Pontificios. Es reseñable en este momento ilustrar que Monarquía fue un libro prohibido
por la Iglesia por sus ideas, como la separación del orden temporal y
espiritual. A causa de la ocupación militar en Florencia siguiendo órdenes
papales Dante hubo de exiliarse y viajó por distintas ciudades, para finalmente
fallecer en Rávena a causa de la malaria a los 56 años. Sus restos fueron
sepultados precisamente en Rávena y allí permanecen en la actualidad, a pesar
de los intentos de las autoridades florentinas de recuperar a uno de sus más
ilustres ciudadanos para que continúe su reposo en su ciudad natal. Por esta
razón, la tumba destinada a Dante en la basílica de Santa Cruz sigue vacía bajo
una inscripción que reza “Honrad al más
alto poeta”
Monarquía
(del latín De Monarchia) fue
escrita alrededor de 1313 mientras Florencia era sitiada por Enrique VII de
Luxemburgo. Dentro de la cronología dantesca Monarquía se sitúa después del tratado De vulgari eloquentia, obra que Dante utilizó para analizar
la lengua vernácula junto con su origen y correspondiente filosofía; y antes
del Paraíso, la cúspide y tercera
parte de la obra total del florentino, la Divina
Comedia. En el momento de escribir Monarquía
será muy notorio que Dante ansiaba una paz universal. A fin de enriquecer su
abanico argumental Dante cita asiduamente distintos tratados del Filósofo, como
Ética a Nicómaco o De anima.
3.
Ideas
principales
Monarquía
se compone de tres libros, cada uno con un distinto tema y un total de
cuarentaiún capítulos. Como introducción Dante evidencia que, a pesar de la
utilidad de la Monarquía, esta es vagamente conocida, por lo que perseguirá dar
a conocer qué sea la Monarquía. Dante se hará cargo de la cuestión contestando
tres preguntas: ¿es necesaria la Monarquía para el bien del mundo? ¿se atribuyó
el pueblo romano el gobierno monárquico conforme al derecho? ¿depende la
autoridad del Monarca directamente de Dios o hay un intermediario?
Libro I - ¿Es necesaria la Monarquía para el bien del mundo?
Dante
comienza definiendo cual es su modelo ideal de Monarquía o Imperio (también es
llamada así): “es aquel principado único que está sobre todos los
demás en el tiempo o en las cosas medidas por el tiempo” (Monarquía. I, II). A lo largo de este
primer libro el florentino aporta diez argumentos, a su juicio irrefutables,
para defender la necesidad de la Monarquía temporal.
Dante
distingue las realidades sobre las que podemos actuar y las que no, y como
ejemplo de las primeras destaca el arte de la política. En la política es el
fin lo que determina la acción, por lo que definir el fin de la sociedad civil
universal es requisito necesario para defender las acciones en aras a su
consecución. Al afirmar que “ni Dios ni la naturaleza hacen nada superfluo”
(Monarquía. I, III) Dante introduce un finalismo en la naturaleza humana.
Este fin, que se relaciona con la facultad intelectiva exclusiva del hombre, es
la paz universal.
Habiendo establecido el fin Dante argumenta cómo
alcanzar nuestra perfección como género humano. Comparte con Aristóteles que
cuando un conjunto de cosas se dirige hacia un fin común lo más conveniente es
que una gobierne y el resto sea gobernada, igual que el paterfamilias en
la casa, el alcalde en la aldea y, en este caso, el Monarca en el mundo. Dante
también incide en la relación del todo con las partes al considerar que un
poblado es tal cosa en tanto que participa de algo superior: la Monarquía. Sin
embargo, el florentino se centra más en el orden del poblado, es decir, en el
gobierno que a su vez es una parte de un gobierno más universal: el del Monarca
único al que todos los demás órdenes deben subordinarse. Al final Dante acaba
aplicando este silogismo del todo y las partes a la humanidad, que es parte de
la totalidad del universo cuyo Monarca único es Dios, de lo que se deduce
nuevamente la necesidad de un único Monarca a semejanza de la unicidad de Dios
para alcanzar un correcto orden del mundo.
También son clave las Sagradas Escrituras para
argüir la exigencia de la Monarquía por el bien del mundo. Recuerda Dante
citando la Biblia “Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza” (Gén. 1,
26) la semejanza con Dios, pero esta se da en mayor grado en tanto que los
hombres son más uno, y el mayor grado de unidad solo se da mediante el
sometimiento total a un único príncipe: el Monarca, cuya necesidad recae
también en su función de agente dirimente de litigios entre príncipes menores
por su suprema autoridad. Dante hace uso de la justicia y la libertad con el
mismo objetivo. La justicia permite un mejor orden en el mundo, pero se oponen
a ella los apetitos, defecto del que precisamente carece el Monarca al no
desear nada mas que los hombres vivan bien, ergo su existencia es diligencia
para el correcto funcionamiento del mundo. Sobre la libertad, “el mayor don
hecho por Dios a la naturaleza humana” (Monarquía. I, XII), Dante afirma
que se experimenta en mayor grado bajo la autoridad del Monarca, ya que no hay
libertad con gobernantes inmorales.
El Monarca también debe serlo por ser quien se
conduce a sí mismo de la manera más óptima, ergo será el que mejor impregne al
resto de su modo de obrar. Comparte Dante con Aristóteles la caracterización de
lo superfluo como malo, pensamiento que lo lleva a defender la perfección del
gobierno de uno como medida para la multiplicidad de leyes de los distintos
reinos, fruto de incesantes conflictos. Además, al identificarse la unidad con
la bondad es necesario un gobernante que sea guía de la voluntad de los
mortales, para que estos avancen en grupo concordemente logrando la unidad. El
único lugar en la historia donde Dante encuentra esta perfecta Monarquía fue
con Augusto, con quien se dio la paz universal.
Libro II - ¿Se atribuyó el pueblo
romano el gobierno monárquico conforme al derecho?
La idea de encontrar la verdad sobre esta cuestión
es lograr que los pueblos gobernados por príncipes, que se atribuyen a sí mismos
sin conformidad al derecho gobiernos monárquicos siguiendo el modelo romano, se
vean libres del yugo opresor de creer en la no conformidad al derecho romana. Para
Dante el derecho es bueno y la voluntad divina, y argumentará en este segundo
libro apoyándose en la razón humana y la verdad divina.
Dante es del pensamiento que al pueblo más noble le
corresponde preceder a los demás, y este pueblo es justamente el romano por
correr por sus venas la sangre de Eneas y de todas las partes del mundo.
También es Roma un Imperio conforme al derecho por haber sido favorecida con
milagros, ya que todo lo querido por Dios es favorecido por este para su perfección,
y ejemplo de ello son, entre otros, el ganso que alertó de la presencia los
galos o la tormenta de granizo que azotó a las tropas de Aníbal. Durante la
lectura se percibe cómo todo el que busca el bien de la república busca el derecho
como fin, y siendo el fin de la sociedad el bien común necesariamente este será
el fin a su vez de todo derecho, siendo imposible que esto sea de otra manera;
de lo que se deduce que la ley solo es tal al estar orientada al bien común de
quienes se dirige. Dante encuentra prueba suficiente en las gestas del Imperio
Romano durante la conquista del orbe de la tierra, y para ello evoca la labor
del Senado y de los magistrados y de algunos particulares, como Cincinato o
Marco Catón.
Dante manifiesta que algunos
hombres han nacido para gobernar al igual que otros lo han hecho para ser
gobernados y extiende esta concepción a los pueblos, es decir, algunos pueblos
han nacido para mandar y otros para obedecer; siendo aquel pueblo destinado al
gobierno el romano. Dante realiza una distinción entre los distintos modos en
que puede darse el juicio divino. A algunos de ellos llega la razón humana por
sí sola y a otros lo hace con ayuda de la fe, aunque existen unos juicios
ocultos solo alcanzables mediante la concesión de una gracia especial, que
puede ser una simple revelación o una revelación por arbitraje. Estas últimas a
su vez se subdividen en revelaciones por colisión de fuerzas o duelo y
revelaciones por competición.
Sobre
los últimos tipos de revelaciones Dante narra el triunfo de Roma en la
competición por el Imperio por juicio divino, ya que también hubo otros que lo
intentaron pero sin éxito: Nino y Semíramis, Vesoges, Jerjes, Alejandro… Dante
recurre a San Lucas, “Salió un edicto de
César Augusto para que se empadronase todo el mundo” (Lc. 2, 1), para concluir que la jurisdicción universal del mundo
le corresponde a Roma. Sobre la revelación por duelo Dante afirma que lo que se
obtiene es conforme al derecho siempre y cuando sea como último recurso para
salvar la justicia, lo que se debe a que los requisitos formales del duelo
implican un mutuo acuerdo en nombre de Dios en busca de la justicia, ergo Dios
está presente y no permitirá la derrota del bando de la justicia, siendo esta
la razón de la victoria romana sobre los demás pueblos.
El
florentino aporta argumentos de fe cristiana cuando hace evidente que afirmar
la no conformidad al derecho del Imperio Romano es igual a la afirmación “Cristo
al nacer aceptó la injusticia”, que todo creyente admitirá falsa. Además,
Cristo quiso nacer bajo edicto de la autoridad romana, pues entre todos los
pueblos de los distintos tiempos el romano era el más justo, ergo es conforme
al derecho. De hecho, si el Imperio Romano no fuese conforme al derecho no
hubiera estado capacitado jurisdiccionalmente para castigar a Cristo por el
pecado de Adán. Como broche final al segundo libro Dante insta a los cristianos
a dejar de censurar al Imperio Romano, ya que como acaba de mostrar Cristo lo
aprobó tanto al principio como al final de su vida.
Libro III - ¿Depende la autoridad del
Monarca directamente de Dios o hay un intermediario?
Dante encadena su argumentación
desde el siguiente principio: Dios no quiere aquello que repugna la intención
de la naturaleza. Ahora Dante pretende esclarecer la verdad para dirimir el
litigio que lleva a las personas a defender cosas falsas, y se refiere a tres
tipos de hombres que se oponen a la verdad que defiende: el Papa y quienes por
celo de la Iglesia lo siguen, quienes nacidos del diablo habitan en el seno de
la Iglesia cuestionando verdades sacras y los decretalistas, que defienden que
el fundamento de la fe son las tradiciones de la Iglesia. La búsqueda de la
verdad dantesca solo se dirige al primer grupo.
Dante refuta a estos hombres por
su alegoría del Sol y la Luna de la Génesis,
mediante la cual deducen que el orden espiritual y temporal se encuentran en
una relación de subordinación al recibir el reino temporal toda autoridad del
reino espiritual, en tanto que toda luz de la Luna proviene del Sol. Para Dante
es claro el carácter erróneo del silogismo por el motor propio y la luz emanada
por la Luna en los eclipses, aunque acepta la mayor eficacia del orden temporal
cuando recibe ayuda del espiritual. Durante el transcurso de este tercer libro
Dante niega el silogismo mediante el cual el Papa puede deponer al Monarca
temporal en virtud de aquello mismo que hizo Samuel con Saúl por mandato
divino. Dante muestra como el círculo del Sumo Pontífice arguye que este es
vicario de Dios al igual que Samuel, a lo que Dante refuta aclarando que Samuel
no era más que un nuncio; y, en el caso de llegar a ser vicario de Dios, el
Papa jamás tendría su misma autoridad.
El
florentino tacha de ilícito hacer cosas contrarias al oficio de uno y por ello
censura la donación de Constantino a la Iglesia tras la cura de su lepra en
tanto que, como Emperador, su función es mantener el Imperio unido, y donar una
parte sería separarlo. A esto añade que por precepto de San Mateo, “no os procuréis oro, ni plata, ni cobre
sobre vuestros cintos, ni alforja para el camino” (Mt. 10, 9-19), la
Iglesia no puede recibir bienes temporales más que por patrocinio, y de ninguna
manera en calidad de propietaria.
Dante también reprueba a aquellos
que defienden la autoridad del Imperio como obra de la autoridad de la Iglesia
al demostrar que el Imperio tuvo su autoridad y existencia antes que esta
apareciera. Para argumentar la procedencia directa de Dios de la autoridad del
Monarca Dante divide al hombre en cuerpo y alma, respectivamente corruptible e
incorruptible. Esto conlleva un doble fin del hombre y para ello han de existir
dos guías: el Emperador y el Papa.
De esta manera resulta evidente que
ambos son necesarios al proceder su autoridad de la voluntad divina. Como
apunte final Dante, a pesar de haber negado la supremacía total del poder
espiritual sobre el temporal, sí considera que el Emperador debe reverenciar al
Sumo Pontífice en tanto que la felicidad mortal se ordena a la inmortal.
4.
Conclusión
Dante aporta en De monarchia numerosos argumentos
para defender tanto la secularización del Estado como la necesidad de un
Imperio de probado origen divino. La obra permitió fundamentar una disminución
de la autoridad eclesiástica, razón suficiente para que la Iglesia prohibiese Monarquía. Por los argumentos
dados Dante también facilita la defensa de la primacía histórica del Imperio
Romano y siembra el germen del sustento ideológico de las grandes monarquías
absolutas de los siglos XVII y XVIII.
La razón personal para la
elección de este texto se debió a mi interés en la obra dantesca por haber
leído extractos de La Divina Comedia y
libros relacionados. Encontrar un tratado en prosa de tanta calidad lingüística
ha sido muy grato y a razón de ello he recomendado a distintos compañeros la
lectura. Considero que la relación entre Iglesia y Estado es aun a día de hoy
un tema candente, tal vez en distinta manera, pero todavía Monarquía puede constituir una
lectura de interés para cualquier persona interesada en la relación de los
órdenes temporal y espiritual, el modelo de la monarquía absoluta o la historia
de Roma.
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