miércoles, 3 de mayo de 2017

Monarquía (Libro II) - ¿Se atribuyó el pueblo romano el gobierno monárquico conforme al derecho?

Libro II
El poeta florentino utiliza el Capítulo I de este segundo libro para introducir el tema predominante de los siguientes capítulos. En las siguientes páginas Dante indagará sobre si el pueblo romano se atribuyó a sí mismo legítimamente el gobierno monárquico ya que, de hacerlo, todos los príncipes que se atribuyen gobiernos monárquicos y todos los pueblos sometidos a ellos se verán libres de ignorancia. Para esclarecer esta verdad Dante se apoyará tanto en la razón humana como en la verdad divina. El Capítulo II sirve a Alighieri para establecer una igualdad metafórica entre el arte y la naturaleza, y para ello enuncia que al igual que el arte existe en un triple grado, en la mente del artista, en el instrumento y en la materia elaborada por el arte; también existe en la naturaleza, que está en la mente de un primer motor que es Dios, en el cielo que es el instrumento y en la materia. De esto Dante argumenta que del mismo modo que al encontrar en una forma de arte creada por un artista haciendo uso de un instrumento perfecto un defecto este es imputable a la materia, todo defecto en los seres inferiores de la naturaleza no será imputable a Dios, mas todo lo bueno en los seres inferiores sí proviene de Dios. Siguiendo el hilo de esta argumentación Dante concluye que como el derecho es bueno viene de la mente de Dios, y como todo lo que se halla en la mente de Dios es Dios y Dios se quiere a sí mismo resulta que el derecho es la voluntad divina.

El Capítulo III sirve a Dante para mostrar otra razón de la existencia del Imperio Romano conforme al derecho, ya que como hace ver al pueblo más noble le corresponde preceder a los demás, y como el pueblo romano era el más noble por el más simple de los silogismos Dante concluye la legitimidad imperial de Roma. Para mostrar esto históricamente Dante habla de la nobleza, que bien puede ser la propia o la de los antepasados. La primera de ellas, la nobleza del pueblo romano, es probada por testimonios de Virgilio en la Eneida donde sitúa a Eneas como el padre de pueblo romano, hombre egregio como nos muestra Virgilio: “Teníamos por rey a Eneas, el más justiciero, el más grande por su piedad y por su valor en la guerra”. Respecto de la nobleza hereditaria Dante muestra como las tres partes de la tierra, a saber Europa, África y Asia, enriquecieron al pueblo romano su sangre, por lo que no duda nuestro poeta de la nobleza del pueblo en el que concurre la sangre de Eneas y de todas las partes del mundo.

Dante continúa su argumentación en el Capítulo IV al decir que todo lo querido por Dios es favorecido por este para su perfección, y por ello es conforme al derecho. Para la definición de milagro recurre a Santo Tomás, por lo que un milagro será “lo que sucede por intervención divina, fuera del orden comúnmente establecido de las cosas” (Summa contra gent., III, 101.). Una de las particularidades de estos fenómenos es que son exclusiva jurisdicción de Dios, ningún vicario suyo está facultado para realizarlos. A fin de mostrar la legitimidad del Imperio Romano Dante recaba distintos milagros a lo largo de la historia del Imperio: el escudo en el sacrificio bajo el reinado de Numa Pompilio, el ganso que alertó de la presencia los galos, la tormenta de granizo que azotó a las tropas de Aníbal…

El Capítulo V es el más extenso de este segundo libro. El punto de partida es que todo el que busca el bien de la república busca el derecho como fin, y siendo el fin de la sociedad el bien común necesariamente este será el fin a su vez de todo derecho, siendo imposible que esto sea de otra manera. De esto se deduce que una ley solo será tal cuando se orienten al bien común de aquellos a quienes está dirigida como hizo ver Séneca: “la ley es el vínculo de la sociedad humana” en su libro De las cuatro virtudes. Para Dante las gestas del Imperio Romano al someter el orbe de la tierra son prueba suficiente para demostrar que perseguía el bien común. Tal era el convencimiento del florentino acerca de esto último que ofrece distintas pruebas de la intención del pueblo romano en las corporaciones y en las personas particulares. Para mostrar la intención de las corporaciones cita a Cicerón en su Libro II de De los deberes, donde ensalza la labor del Senado y de los magistrados romanos; mientras que como particulares Dante invoca a Cincinato, Fabricio, Camilo, Bruto o a Marco Catón, entre otros. Dante, al considera demostrado con los ejemplos de este capítulo que el pueblo romano al someter al mundo perseguía el fin del derecho, deja patente la legitimidad para autoproclamarse Imperio de Roma.

                  El sexto capítulo sirve a nuestro autor para argumentar de qué manera está el pueblo romano por naturaleza destinado a imperar, ya que lo que la naturaleza ordena se cumple conforme al derecho. Para explicar esto Dante aclara que son igualmente importantes los medios y el fin, ergo al ser el fin del género humano un medio para el fin universal de la naturaleza esta ha de tender a él. La naturaleza siempre obra por un fin, para cuyo cumplimiento requiere de la influencia divina y de la multitud del género humano agrupado hacia un fin, en su caso la paz universal. Dante recuerda a Aristóteles y comparte su pensamiento al manifestar que no solo algunos hombres sino también algunos pueblos han nacido para mandar y otros para obedecer, y Dante encuentra ese pueblo destinado a mandar en Roma. En el siguiente capítulo trata las distintas maneras en las que se manifiesta el juicio divino, que puede ser por razón humana o por fe. Algunos juicios los alcanza la razón humana por sus propios medios o con ayuda de la fe, pero a los juicios ocultos solo se llega mediante una gracia especial, que puede ser una simple revelación o una revelación alcanzada por arbitraje. Estas últimas a su vez se subdividen en revelaciones por colisión de fuerzas o duelo y revelaciones por competición.

                  Los capítulos VIII y IX se dedican a esos últimos tipos de revelaciones Dante cuenta que el triunfo en la competición por el Imperio del mundo lo ganó el pueblo romano por juicio divino, ya que también hubo otros que lo intentaron pero sin éxito: Nino y Semíramis, Vesoges, Jerjes, Alejandro… Para hacer evidente que el juicio divino favoreció a Roma el florentino cita el evangelio de San Lucas: “Salió un edicto de César Augusto para que se empadronase todo el mundo” (Lc. 2, 1), de lo que se concluye que la jurisdicción universal del mundo le corresponde a Roma. En lo referente al duelo Dante afirma que lo obtenido con ese medio también es conforme al derecho, siempre y cuando sea como último recurso para salvar la justicia. Los requisitos formales del duelo implican un mutuo acuerdo en nombre de Dios en busca de la justicia, ergo Dios está presente y no permitirá la derrota del bando de la justicia, y es por ello que Eneas derrotó a Turno y el pueblo romano a griegos, albanos, cartagineses o africanos.


                  Dante también habla de la necesidad de dar argumentos de fe cristiana en los últimos dos capítulos del segundo libro. Para ello el florentino hace evidente que de no ser el Imperio Romano conforme al derecho se afirmaría que Cristo al nacer aceptó la injusticia, afirmación que todo creyente admitirá falsa. Otro argumento es que Cristo decidió nacer bajo edicto de la autoridad romana por voluntad propia, ya que entre todos los pueblos de los distintos tiempos el romano era el más justo, ergo es conforme al derecho. Además, si el Imperio Romano no fuese conforme al derecho no hubiera estado capacitado jurisdiccionalmente sobre el género humano para castigar a Cristo por el pecado de Adán. Como broche final al segundo libro Dante insta a los cristianos a dejar de censurar al Imperio Romano, ya que como acaba de mostrar Cristo lo aprobó tanto al principio como al final de su vida.

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