miércoles, 10 de mayo de 2017

Recensión - La Consolación de la Filosofía (Libro I)

1.   Información bibliográfica
·     ABBAGNANO, Nicolás: Historia de la Filosofía volumen 1: La filosofía del Renacimiento, La filosofía moderna de los siglos XVII y XVIII (trad. Juan Estelrich, J. Pérez Bastellar), Hora S.A., Barcelona (1994)
·     BOECIO, Severino (524): La Consolación de la Filosofía (trad. Pedro Rodríguez Santidrián), Alianza Editorial, Madrid (1999)
·     MOTTO, ANDRÉS R. M. (2003): Severino Boecio y el sentido de la vida, Revista de la Facultad de Teología de la Pontificia Universidad Católica Argentina, n. 83, (2004), pp 71-94
·     PLATÓN: Apología de Sócrates (trad. Mª Isabel Santa Cruz, Álvaro Vallejo Campos, Néstor Luis Cordero), Gredos, Madrid (1988)
·     PLATÓN: Fedón (trad. Mª Isabel Santa Cruz, Álvaro Vallejo Campos, Néstor Luis Cordero), Gredos, Madrid (1988)

2.   Autor
Anicio Manlio Torcuato Severino Boecio nació en Roma entre el año 475 y el 480. Estudió en Atenas y Alejandría, donde entró en contacto con el platonismo y el aristotelismo, y como reconocimiento a su cultura Boecio fue nombrado cónsul por el emperador Teodorico en el 510. Aunque Teodorico era arriano Boecio se mantuvo fiel al cristianismo, a la vez que Justino, emperador del Imperio Romano de Oriente y con ambición de reunificar Roma, defendía la ortodoxia católica. En el 523 Boecio fue nombrado magister officiorum en la corte de Teodorico, un equivalente a un Primer Ministro.

Durante el otoño del año 523 Boecio interceptó unas cartas sospechosas de golpismo contra Teodorico que implicaban a un tal patricio Albino, pero Boecio decidió ignorarlas por la amistad que lo unía con el Albino y por no creer en la posibilidad de la restauración del Imperio. Sin embargo Cipriano, un opositor político de Boecio, denunció a Albino, a lo que Boecio reaccionó defendiendo a su amigo en juicio. Boecio ganó pero se volvió en su contra, ya que acabó siendo él el acusado de distintas infracciones: impedir que se presenten los documentos incriminatorios contra el Senado, haber escrito cartas al Imperio de Oriente contra la tiranía goda y de ejercer la magia. Realmente solo la primera acusación era cierta, pero ello no impidió que Boecio fuera finalmente condenado a la pena capital.
Uno de los últimos deseos de Boecio fue el de redactar un testamento, pero el deseo le fue denegado, por lo que podemos considerar la Consolación de la filosofía no solo como su última obra sino como su legado y testamento.

3.   Ideas principales
De consolatione philosophiae o La Consolación de la Filosofía fue escrita en Ticinum tras la condena de Boecio en el año 524. Cabe destacar la brillantez de Boecio a la hora de escribir este diálogo ya que tuvo que hacerlo sin su biblioteca, es decir, sin más referencias que aquellas grabadas en su memoria. Esta recensión en cuestión está dedicada al Libro I del último tratado de Severino Boecio.

Boecio se muestra como un hombre atormentado y decepcionado por el desenlace en el que halla su vida debido a la fortuna. Sin embargo, fue precisamente en aquel momento de mayor resignación cuando se acercó a él la Filosofía, a la que describe como una mujer de penetrantes ojos, vigorosa presencia e incontables años, que cargaba libros y un cetro en sus manos. La Filosofía montó en cólera al ver a Boecio rodeado de las Musas de la poesía y las expulsó de la estancia, alegando que cualidades adormecen la inteligencia. Será a partir de este punto del texto cuando se combinen tramos poéticos y dialogados. En este momento Boecio evidencia su frustración: “Pero ved cómo ahora quien solía descubrir, los secretos recónditos de la naturaleza, yace tendido, prisionero de la noche” (Libro I, II).

La Filosofía reconoció rápidamente el mal que afectaba a Boecio: se había olvidado de sí mismo, aunque podría curarse al reconocerla a ella. Tras esta revelación Boecio despertó de su letargo y la reconoció, para acto seguido preguntarle por la razón de su aparición, temiendo que pudiera ser ella también acusada de injustos hechos. La Filosofía, curtida en estos ataques a hombres del saber, relató como no había abandonado con anterioridad a Anaxágoras, Zenón o Sócrates, que igual que Boecio habían sido educados en las costumbres filosóficas. A continuación Boecio realiza una apología en defensa de sus ideales de justicia en la que vuelve a evidenciar su frustración, ya que únicamente había actuado en pos del bien común y por ello no comprendía la razón por la que sus conciudadanos decidieron condenarlo injustamente a muerte.
  
En cierto punto Boecio recrimina a la Filosofía el haber sido ella la que instó a sus seguidores a ocupar cargos en las administraciones públicas para lograr el bien común. Boecio narra que se guía por la norma socrática, razón por la que no puede ocultar la verdad y defender la mentira. La razón para escribir este tratado aparece ahora: “Sea lo que fuere, dejo a tu juicio y al de los sabios el juzgar estos hechos, que pongo por escrito para que la posteridad conozca su realidad y jamás se borren de la memoria” (Libro I, IV). Una de las cosas que asombran negativamente a Boecio es la existencia de hombres que maquinan actos criminales contra la virtud.

Boecio considera clara su inocencia, lo que magnifica su queja porque nunca ningún otro crimen que hubiese sido confesado por el reo en cuestión había recibido una sentencia tan unánimemente severa como recibió Boecio. La Filosofía, para encontrar solución al estado de Boecio, le pide permiso para realizarle unas preguntas a fin de obtener un diagnóstico. La conclusión que ella saca es que Boecio acepta que el mundo está dirigido por un principio racional contenido en Dios, pero a la vez piensa que únicamente la actividad del hombre escapa a la razón y está sometida al capricho de la fortuna.

           El diagnóstico final de la Filosofía es que Boecio no ha llegado a saber qué es cegado por la pérdida de memoria y los lamentos por su mala fortuna, y es por ello que no consigue comprender la finalidad de las cosas. La Filosofía muestra que la concepción del mundo de Boecio como sometido a Dios y no a las fuerzas del azar es lo que permitirá su salvación, pero debe recordar que hay medios que intervienen en el gobierno del mundo para dejar de considerar que la fortuna es aleatoria.

4.   Conclusión
Como cierre a la recensión me gustaría compartir una reflexión sobre la similitud de la situación de Boecio y Sócrates. El ateniense, como Boecio, ejerció cargos políticos, llegando incluso a ser presidente de asamblea. Destacaba en él una desobediencia civil contra la sociedad injusta, razón por la que rehuía toda posibilidad de llegar a causar injusticia a sus semejantes, al igual que Boecio que se guiaba por lo justo y lo bueno al defender al Senado. En definitiva Sócrates, el primer gran maestro de Filosofía, fue condenado a muerte por la práctica y defensa hasta las últimas consecuencias de la Filosofía de igual manera que Boecio fue condenado por intereses políticos, ya que sus intento de compaginar Filosofía y religión fueron mal vistos.

Es por esa razón que Boecio y Sócrates han perdurado como mártires de la Filosofía, a la que ni en el lecho de muerte abandonaron. Este último hecho no debe más que arengarnos en nuestros días cuando la Filosofía es atacada desde el gobierno a que defendamos lo que nos es propio. Como hemos visto, muchos han muerto a causa de la Filosofía, esa mística mujer que visitó a Boecio y lo acompañó hasta el momento final, por lo que es ahora nuestra tarea cuidarla y educar en ella a la sociedad.


No hay comentarios:

Publicar un comentario