jueves, 11 de mayo de 2017

ANSELMO DE CANTERBURY. EJE TEMÁTICO: SOBRE LA VERDAD.

San Anselmo (Aosta1033-Canterbury1109). y los comienzos de la Escolástica.

Con la figura de San Anselmo, podemos considerar que comienza a desarrollarse la actividad intelectual y reflexiva en sentido propio de la filosofía, si bien autores precedentes como Escoto Erígena ya habían tratado temas que prefiguraron lo que se iba a desarrollar en el XII. Uno de estos temas es el recurrente problema de los universales, en el que se inscribe también la cuestión de la verdad que intenta abordar el presente trabajo. Este debate sobre los universales tiene su punto de inflexión en la traducción de los Comentarios de Boecio.

Respecto a los universales, la postura imperante al comienzo de la Edad Media era la de realismo extremo, enraizada con Porfirio, que sostenía que éstos se encuentran fuera de la conciencia y se sitúan con anterioridad a los individuos.

Otra de los conflictos intelectuales de la época fue la discusión acerca del papel que desempeñaba la dialéctica. San Anselmo, con una actitud moderada en cuanto al empleo de la dialéctica, se erige en este contexto como el iniciador de un nuevo tipo de filosofía, más compleja y abarcando más campos cognoscitivos, que se desarrollo en la Edad Media a partir del XII. En sus obras teológicas se aclaran, de hecho, muchos aspectos de sus homólogas filosóficas.

San Anselmo perpetúa la asunción de San Agustín de que la fe precede a la comprensión y proporciona los datos de ésta. Hay una taxativa afirmación de que el ser humano debe tratar de comprender aquello en lo que cree. El deseo de comprender se inicia con los datos de fe (experiencia inicial), para llegar a la efectiva comprensión mediante lo que el autor de Aosta llamará “razones necesarias”.

Como se comentará posteriormente, una de las diferencias que separan a San Anselmo de Santo Tomás será el mayor interés del primero en la lógica y la consistencia en los argumentos del lenguaje. El lenguaje que encontramos en sus obras, con el planteamiento de pruebas y argumentos, pone de manifiesto esta preocupación, ya que se trata de un conjunto de proposiciones lógicamente verdaderas e inferencias válidas. Asimismo, utiliza herramientas dialécticas, tales como la reducción al absurdo.

Junto con San Agustín, sostiene que el conocimiento de la verdad necesaria es resultado de una iluminación que alumbra a todos los hombres. Parece que la necesidad de la verdad lógica depende de la voluntad divina. En lo referente a la verdad, Anselmo sostiene que hay varios tipos: juicios afirmativos y negativos, verdad de opinión o pensamiento, verdades de voluntad o deseo y verdades de las cosas. Todas estas verdades se equiparan a un modelo, a saber, a Dios, causa última de todas ellas.  Se está afirmando la necesidad de la existencia de una Verdad Suprema, es decir, eterna.
Una comprensión adecuada de su teoría de las verdades lleva a una mejor interpretación de la prueba  de la existencia de Dios, expuesta en el Porslogion. A partir de Kant, esta prueba recibirá el nombre de prueba o argumento ontológico (Ratio Anselmi). Con precedentes en Platón, en Boecio o, incluso en Séneca, San Anselmo sostendrá que Dios es aquello mejor que lo cual nada puede ser pensado, en términos agustinianos. No obstante, su aportación es única en este campo y le ha valido hacerse un hueco importante en la Historia de la Filosofía.


La fe nos hace comprender que hay “algo mayor que lo cual nada puede ser pensado”. (Weinberg). Y en efecto, aquello mayor que lo cual nada puede ser pensado existe tanto en la mente como en la realidad. Tiene que existir, ya que sería una contradicción afirmar que aquello mayor que lo cual nada puede ser pensado no existe. Vemos de nuevo, en este punto, la relevancia de la lógica y las premisas verdaderas en su argumentación. Para Anselmo, el contenido del pensamiento debe tener alguna correspondencia en el plano de la realidad. 

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