jueves, 23 de febrero de 2017

Nuestros mártires

Severino Boecio y Sócrates de Atenas. ¿Qué tienen en común estos nombres? Pues bien, admitiendo la obviedad de que ambos son cuanto menos importantes filósofos los destacamos como los dos grandes mártires de la filosofía en el origen de nuestro pensamiento. Encuadrados en épocas históricas diferentes, tanto Boecio como Sócrates murieron por defender sus ideales hasta la última instancia.

Al ser una exposición pensada desde la Historia de la Filosofía Medieval me detendré en la exposición de la situación de Boecio. Me centraré en su última obra, De consolatione philosophiae, escrita en Ticinum tras su condena en el 524. Cabe destacar la brillantez de Boecio a la hora de escribir este diálogo, ya que tuvo que hacerlo sin su biblioteca, es decir, sin más referencias que aquellas grabadas en su memoria.

Boecio fue condenado durante el reinado de Teodorico, emperador godo del Imperio Romano de Occidente. En aquel momento Boecio ejercía el cargo de magister officiorum, similar a un actual Primer Ministro. Cuando Justino accedió al poder en el Imperio Romano de Oriente era palpable su intención de reunificar Roma, situación grave para Teodorico que era consciente de la división que generaba su reinado entre latinos católicos y godos arrianos.

En el otoño del 523 llegaron a Boecio unas cartas sospechosas de golpismo del patricio Albino contra Teodorico, pero Boecio decidió ignorarlas por la amistad que lo unía con Albino, además de no creer en la posibilidad de dicha restauración. Sin embargo Cipriano, opositor político de Boecio, denunció a Albino y Boecio reaccionó defendiéndolo en juicio. Aunque ganó el juicio este hecho se volvió en su contra, ya que Boecio acabó siendo acusado de impedir que se presenten los documentos que incriminaban al Senado, de haber escrito cartas al Imperio de Oriente contra la tiranía goda y de ejercer la magia. Realmente solo la primera acusación era cierta, pero esto no impidió que Boecio fuera condenado a muerte. Aunque él deseaba escribir un testamento, tal deseo fue denegado, por lo que podemos considerar la Consolación de la filosofía no solo como su última obra sino como su legado y testamento.

Boecio y la visita de la Filosofía

Antes de proceder con el comentario de la obra recalco que me centraré en el Libro I, ya que es donde más similitudes pueden encontrarse entre Boecio y Sócrates.

Boecio se muestra como un hombre atormentado y decepcionado por el desenlace en el que ha devenido su vida por culpa de la fortuna. Sin embargo, fue en aquel momento de mayor resignación cuando se acercó a él la Filosofía, a la que describe como una mujer de penetrantes ojos, vigorosa presencia e incontables años, que cargaba libros y un cetro en sus manos. Esta, al ver a Boecio rodeado de las musas de la poesía, montó en cólera y las expulsó de la estancia, alegando que no despiertan la inteligencia sino que la adormecen. A partir de este punto del texto se combinan tramos poéticos y dialogados. Destaca aquí una exclamación que representa la frustración de Boecio:

“Pero ved cómo ahora quien solía descubrir
los secretos recónditos de la naturaleza
yace tendido, prisionero de la noche”

La Filosofía reconoció rápidamente el mal que afectaba a Boecio: se había olvidado de sí mismo, aunque podría curarse al reconocerla a ella. Pronto Boecio despertó de su letargo y la reconoció, y acto seguido le preguntó por la razón de su aparición, ya que también podría ser ella acusada de injustos hechos. La Filosofía, curtida en estas situaciones, le relató como no había abandonado antes a Anaxágoras, Zenón o Sócrates, que como Boecio tenían en común haber sido educados en sus costumbres.

Tras esto procedió Boecio realizando una apología en defensa de sus ideales de justicia, frustrado ya que únicamente había actuado en pos del bien común y aun así sus conciudadanos decidieron condenarlo injustamente a muerte.

Es momento ya de llevar a cabo la comparación con Sócrates. El ateniense, como Boecio, ejerció cargos políticos llegando incluso a ser presidente de asamblea. Destacaba en él una desobediencia civil contra la sociedad injusta, razón por la que rehuía toda posibilidad de llegar a causar injusticia a sus semejantes. Para presentar la comparación me basaré en lo legado por Platón en sus diálogos, principalmente la Apología de Sócrates.

La muerte de Sócrates (1787) Neoclasicismo francés. Jacques-Louis David.
Ya el título de apología muestra una similitud con Boecio, que llevó a cabo una propia en el Libro I de la Consolación de la filosofía. Además, ambos fueron acusados por tres personas, Boecio por Opilio, Basilio y Gaudencio; y Sócrates por Anito, Meleto y Licón. Es reseñable también que fueran acusados de distintos cargos, que a la postre no todos o ninguno eran veraces. Boecio fue acusado de impedir que se presenten los documentos que incriminaban al Senado, de haber escrito cartas al Imperio de Oriente contra la tiranía goda y de ejercer la magia; y como ya dije solo el primero de los cargos era legítimo. Por otro lado, Sócrates fue acusado de corromper a los jóvenes, de negar a los dioses y de conjugar la filosofía física con la sofística. Nuevamente algunas acusaciones eran ilegítimas, ya que Sócrates se muestra como opositor frontal de la sofística y definitivamente no corrompía a los jóvenes.

La sentencia a muerte, sin embargo, fue diferente y recibida de distintamente en uno y otro. Sócrates la aceptó, ya que su defensa del ideal de la democracia le impedía contravenir cualquier decisión que tomara la polis. Sin embargo, Boecio escribe De consolatione philosophiae precisamente a modo de queja por no comprender por qué a él, hombre bueno e interesado en el bien común, le había asignado la fortuna tan funesto destino, porque como ilustró en la Consolación “La dureza del ataque de la fortuna es evidente”. Cabe citar nuevamente la obra de Boecio en este momento:

“Yo mismo he sido castigado por haber hecho el bien (…). Paréceme estar viendo las cuevas nefandas del crimen rebosantes de alegría y de júbilo; a los hombres más degenerados tramando nuevas intrigas, mientras la gente honrada se debate por el suelo, víctima de nuevas delaciones”

Podemos ver por tanto dos modelos distintos de apología. La socrática perseguía la defensa ante acusaciones infundadas en un juicio, era una apología jurídica que se contrapone a la de Boecio, cuya intención es expresar la impotencia ante los actos de la fortuna y la injusticia de ella derivada.

En la actitud en lecho de muerte también podemos encontrar diferencias y similitudes. Sócrates murió voluntariamente tomando la cicuta habiendo rechazado la posibilidad de escapar, y llegó a su último aliento en compañía de sus amigos. Boecio, por otro lado, se preparaba para su muerte únicamente acompañado por la Filosofía.

Para ir terminando quiero mostrar que los parecidos que señalo no son infundados, sino que me baso en el propio Boecio para mostrar estas ideas, y con objeto de probar esto cito: “Y yo, que siempre me he guiado por la norma socrática, creo que no puedo ocultar la verdad ni consentir la mentira”. Incluso plasma Boecio en la figura de su interlocutora la Filosofía ideas propias de la doctrina socrática cuando esta dice “Te has olvidado por un momento de ti mismo. Pero te acordarás fácilmente, si antes puedes reconocerme”. Vemos con esto que uno de los primeros objetivos que le plantea la Filosofía a Boecio es que se recuerde a sí mismo, exhortación que representa el archiconocido aforismo socrático del conócete a ti mismo.

En definitiva, vemos como Sócrates, el primer gran maestro de Filosofía, fue condenado a muerte por la práctica y defensa hasta las últimas consecuencias de esta disciplina, de igual manera que Boecio fue condenado por intereses políticos, ya que su intento de compaginar Filosofía y religión era mal visto. Por consiguiente, Boecio y Sócrates han pasado a la Historia de la Filosofía como unos de los más importantes mártires que murieron a razón de esta, pero ni aun en el lecho de muerte la abandonaron.

Este último hecho no debe más que arengarnos en nuestros días, cuando la Filosofía es atacada desde el gobierno, a que defendamos lo que nos es propio. Como hemos visto, muchos han muerto a causa de la Filosofía, esa mística mujer que visitó a Boecio y lo acompañó hasta el momento final, por lo que es ahora nuestra tarea cuidarla y educar en ella a la sociedad, es lo mínimo que podemos hacer por la Filosofía y nuestros mártires.

"El amigo que se acercó en el tiempo de la prosperidad se tornará enemigo en la hora de la desgracia"

Juan Martín Montané



Bibliografía utilizada:
·    De consolatione philosophiae, Boecio
·    Apología de Sócrates, Platón
·    Fedón, Platón

·    Severino Boecio y el sentido de la vida, Andrés R. M. Motto

Boecio, la Fortuna o Sobre el suicidio de Dido.





“La felicidad es el motor, según hemos dicho, de todo deseo. Ella es, por consiguiente, lo único apetecible cuando deseamos una cosa. Es evidente, pues, que el bien y la felicidad son una y misma cosa.”.-nos dice Boecio.
“Hay un solo error innato: creer que estamos aquí para ser felices.”- añadimos con Schopenhauer, varios siglos más tarde.




  Anaxágoras, Sócrates, Zenón y también Boecio son solo los nombres visibles del yugo que ha acompañado siempre el ejercicio de la actividad filosófica. Algunos fueron perseguidos, otros desterrados, los menos afortunados, ejecutados. Mientras tanto, hombres y mujeres observaban impertérritos el sacrificio de estos primeros individuos que trataron de comprender el mundo natural, el origen de la acción moral y el sentido de una existencia humana que se tornaba absurda por momentos. Sócrates nos dice entre líneas en la Apología que ha comprendido que la vida es enfermedad, recurriendo a Asclepio, Dios de la Medicina. Boecio, por su parte, abraza el consuelo de la mujer que conversa con él en su celda, momentos antes de la ejecución ordenada por Teodorico. Así, la Filosofía aparece como el símbolo y la representación de una mujer que habría de dar respuestas a un Boecio que yace atormentado y confuso, esperando una muerte segura, fruto de una situación injusta . ¿Por qué Boecio acude a la Filosofía en sus últimos momentos de vida? ¿Por qué no aparece el nombre de Cristo a lo largo de toda la  De Consolatione Philosphiae? ¿Ante la certeza de la muerte inminente, por qué preguntarse de nuevo el sentido de la vida?

El beso de Judas. Giotto di Bondone (1304-1306)

  Boecio, en voz de la Filosofía, procede a establecer una distinción que en ocasiones tiende a ser malinterpretada, a saber, la felicidad fortuita (felicitas) y la felicidad verdadera enraizada con la virtud y el “summum bonum”(beatitudo). En este punto, es clave el papel que juega el concepto de Fortuna, no solo en los libros II y III, sino en el conjunto de la Consolación. En el análisis de la virtud, la fortuna y la felicidad que presenta Severino Boecio en el que cualquier alusión patente a la fe Cristiana está ausente, hay que ser muy conscientes de que no hay, en principio, ningún indicio de coincidencia entre el Bien Supremo de la verdadera felicidad y el Dios del Evangelio, razón por la que en numerosas ocasiones ha sido excluido de estudios puramente teológicos de su obra. No obstante, no está claro que el autor rehúse completamente de la religión, pese a que si se aprecia una preeminencia o preponderancia de la importancia de la reflexión filosófica en la ardua tarea de buscar respuestas en este contexto.

  El carácter existencial de su obra no es ajeno a su propia experiencia dolorosa y fortuita. Rechazando de pleno las enseñanzas que puedan ofrecer las corrientes estoicas y epicúreas, Boecio va a tratar de esclarecer el sinsentido de asuntos concernientes al plano inmanente como la fama o el sufrimiento de los justos, sin apelar directamente al plano trascendente. Caído en manos de Teodorico, Boecio va a reformular una cuestión que a día de hoy, aún carece de una respuesta unificada, pues “juzgar que la vida vale o no la pena de ser vivida equivale a responder a la cuestión fundamental de la filosofía”¹. La Fortuna, concepto analizado a lo largo de toda la De Consolatione, se tornará letal para nuestro autor medieval al final de su vida. Ha conocido el éxito y la felicidad fortuita, pero el carácter cambiante e imprevisible de la misma le ha colocado en una situación completamente contraria. La rueda de la Fortuna sigue girando y nosotros, al igual que Boecio, continuamos desempeñando el papel de espectadores que contemplan perplejos una función que no pueden cambiar.


   Si bien el hombre debe buscar la verdad y el bien, el concepto de auto-reflexión posee, ciertamente, mucha relevancia. La Fortuna, según el propio Boecio, vive en un perpetuo carnaval, siempre oculta, siempre bajo formas incognoscibles, siempre tras una máscara. Boecio afirma “conocer bien los múltiples disfraces de la fortuna, hasta el punto de prodigar fingidamente sus blandas caricias a los mismos a quienes intenta engañar, para luego abandonarlos repentinamente, sumidos en una insoportable desolación”². Parece obvio que la Fortuna de la que nos habla Boecio es efímera, incontrolable, su duración no es segura y su pérdida conlleva dolor. Quizá sea la misma Fortuna que comenta Virgilio en voz de Dido en su Eneida, pues el símil de Boecio con la atormentada Dido es claro: estamos ante los prolegómenos del suicidio filosófico. “He vivido, he llenado la carrera que me señalara la Fortuna y ahora, mi sombra descenderá con gloria al seno de la tierra. […] Muramos: así, así quiero yo descender al abismo.” ³- así se despide Dido poco antes de quitarse la vida; así Boecio recibió en su seno el gélido abrazo de la Filosofía cuando su vida estaba a punto de extinguirse.

 Quizá sea hora de ser conscientes de la riqueza que contienen las enseñanzas de los autores medievales, que lejos de representar meramente la “cristianización” de la Filosofía Antigua, suponen un punto de inflexión en el análisis de problemas tales como la naturaleza del mundo, el bienestar y la acción humana, la posibilidad del conocimiento o el sentido de la existencia que, aunque ya planteados por los filósofos griegos, se desarrollaron en gran medida en la Edad Media, forjándose poco a poco la herencia que recogerían los autores modernos y que llegaría, de una u otra forma, a nuestros días.


Emilio Abello Verano.

Bibliografía consultada:
¹.CAMUS,A.(1942) Le mythe de Sisyphe. Éditions Gallimard, París.
².BOECIO, S. (524 aprox.) De Consolatione Philosophiae.
³. VIRGILIO (I a.C). Eneida (1951) Austral.
FORMENT, E. (Universidad de Barcelona)The eternity of the world in Boethius of Dacia and Saint Thomas Aquinas.
HERRERA, A. (Universidad de Sevilla) Beatitudo y felicitas en Boecio.
MOTTO,A.R.M.Severino Boecio y el Sentido de la vida.
PÉREZ ROSADO, M. Dos notas sobre la Consolación de la Filosofía de Boecio en la Edad Media Castellana.
PLATÓN, Ἀπολογία Σωκράτους´
SCHOPENHAUER,A. (Trad.2003) Die Kunst zu beleidigen.
WEINBERG, J.(1964) Breve historia de la filosofía medieval






                         Panteón de los Reyes. Colegiata de San Isidoro. (León). Cumbre del Románico español.


Presentación del blog

Emilio Abello y Juan Montané, alumnos la Universidad Complutense de Madrid del doble grado de Derecho y Filosofía, presentamos este blog de Filosofía, del arte entre las artes.

Nuestro objetivo es colgar posts para mostrar el campo de la Filosofía como materia interrelacionada con otros como la literatura o el arte. Para ello, nos centraremos en la temática filosófica medieval y sus distintas alegorías, iconología y simbolismo.

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René Magritte "Not to be reproduced"-. Narciso, el hombre y la captación de sí mismo.